jueves, 16 de junio de 2011

CUENTO INDIGENA

EL AMOR MATERNAL

Versión recogida por
Rubén M. Campos.

Cierta vez una zorrita que caminaba por un camino se distrajo por seguir a una agachona. Y, cuando se dio cuenta, ya se había alejado; y cuando volvió, ya no encontró a su hijo, el zorrito que la seguía; y se puso a llorar.

Viendo que nada ganaba con llorar, se fue anda que anda, y a cada animal que encontraba le preguntaba:

-Dime, hermano, ¿no encontraste acaso a mi hijo, el zorrito que se me ha perdido?

Y el animal le contestaba:

-No lo he visto, hermana zorrita.

Así pasaron varios animales, hasta que acertó a pasar un coyote, y entonces la zorrita le preguntó:

-Dime, hermano coyote, ¿no has visto acaso a mi hijo, el zorrito que se me ha perdido?

El coyote aguzó las orejas y se paró para decir:

-¿Cómo es tu hijo, hermana zorrita?

Y la zorrita le contestó:
Es blanco, tiene el hociquito de ámbar, los ojitos azules, la piel de terciopelo, la cola afelpada, las orejitas de ante, las patitas de seda...

-¡Hum! -dijo el coyote-, el que yo he visto morir, hermana, era un zorrito prieto, lagañoso, pitañoso, con las orejas gachas, el hocico sucio, la cola pelada, y tan flaco que de pura hambre apenas podía tenerse en pie...

-¡Ay, ay! -gimió la zorra-. ¡Ese es mi hijo!

-¡Oh, pues como tú me dijiste que tu hijo era muy bello…!

-Pero, hermano coyotito -replicó la zorra entre sollozos-, ¿qué no sabes que para una madre no hay hijo feo?

DESPEDIDA A LA ESCUELA.

Gracias te vengo a dar, escuela mía,
¡oh venturoso nido de ilusiones!,
en donde disfruté las emociones
de un nuevo amanecer con alegría.

Gracias por el abrigo tan seguro,
por el agua que mana en tus fontanas;
mil gracias por la luz de tus ventanas,
por tu seguridad y tu aire puro.

Como no agradecer tu noble empeño,
de hacer de mí un ciudadano honrado.
Como no agradecer tu gran cuidado,
Si tú de mi ilusión velaste el sueño.

El mundo se hizo grande ante mis ojos,
al universo vi, maravillado;
viajé por el espacio ilusionado
y miré de la Tierra los abrojos.

La Tierra visité; vi sus montañas,
sus océanos, sus mares y sus ríos,
sus selvas y parajes más sombríos,
y conocí del mundo las entrañas.

A mi país lo contemplé admirado
por toda su bondad y su belleza,
por su extensión, su honor y su riqueza,
y por la historia de su gran pasado.