Gracias te vengo a dar, escuela mía,
¡oh venturoso nido de ilusiones!,
en donde disfruté las emociones
de un nuevo amanecer con alegría.
Gracias por el abrigo tan seguro,
por el agua que mana en tus fontanas;
mil gracias por la luz de tus ventanas,
por tu seguridad y tu aire puro.
Como no agradecer tu noble empeño,
de hacer de mí un ciudadano honrado.
Como no agradecer tu gran cuidado,
Si tú de mi ilusión velaste el sueño.
El mundo se hizo grande ante mis ojos,
al universo vi, maravillado;
viajé por el espacio ilusionado
y miré de la Tierra los abrojos.
La Tierra visité; vi sus montañas,
sus océanos, sus mares y sus ríos,
sus selvas y parajes más sombríos,
y conocí del mundo las entrañas.
A mi país lo contemplé admirado
por toda su bondad y su belleza,
por su extensión, su honor y su riqueza,
y por la historia de su gran pasado.
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